Dar un modelo y presentar unas referencias claras a los hijos que les ayuden a asumir sus responsabilidades no es tarea fácil pero sí necesaria.
Hay que evitar caer en esa frase que tanto se oye: "Mi hijo es mi amigo". Pues bien, tú no eres su amigo ni su colega, sino su padre o su madre, ni más ni menos, y como tal debes comportarte. La tarea es ardua y difícil y requiere el esfuerzo de los dos miembros de la pareja, padre y madre, a la hora de elaborar y hacer cumplir unas reglas comunes.
Padre permisivo/padre intolerante.
Al principio todo va bien, tu hijo te sonríe, te sientes bien y decirle sí a todo no supone ningún problema. Las teorías educativas de los años setenta y ochenta no ayudaron a los padres con su máxima de no poner límites a los hijos porque se podían traumatizar.
Esto no significa que haya que volver a la figura del padre rígido y duro, ningún extremo es bueno. La existencia de unas referencias y límites claros les ayudarán a asumir sus responsabilidades, a saber que no todo vale, a sentirse realmente libres y amados.
Mi hijo es mi amigo. Por más que esta frase se repita, es un gran error. No eres, ni lo serás, el colega o amiguete de tu hijo, aunque sólo sea por una cuestión de edad.
Eres su padre o su madre, la persona que está siempre a su lado, en lo bueno y en lo malo, aquél que le quiere pase lo que pase y que le ayuda a crecer como persona.
¿Te parece poco? Tarea de dos. Es fundamental que los dos miembros de la pareja trabajen al unísono en la tarea educativa, defendiendo y aplicando las mismas reglas. La imagen del padre-malo y la madre-blanda o viceversa debe desaparecer. Poneos de acuerdo en lo esencial y no os desautoricéis, incluso en los difíciles momentos de una ruptura familiar. No al chantaje. ¡Y qué decir de aquellas veces en las que tomamos el camino más fácil y cedemos ante sus pequeños chantajes!
Como excusa está bien lo de que llegamos a casa cansados, no tenemos ganas de más problemas, nos sentimos culpables del poco tiempo que les dedicamos... pero, ¡cuidado!, ellos lo saben e intentarán aprovecharse de la situación. ¡No cedas! Ante su exigencia lo mejor es estar tranquilos y frente a su agresividad mostrar siempre firmeza y afecto.
Cuando los hijos no reciben lo que esperan recurrirán a la rabieta. Nunca intentes dialogar con ellos en estos casos porque no te escucharán, espera a que se calmen y entonces sí, habla y razona todo lo que quieras, ¡es el momento!
Entonces, ¿qué hacer?
- Fija con tu pareja unas normas, pocas pero claras, y defendedlas.
- Distingue lo esencial de lo accesorio. Lo primero llévalo hasta el final, demuéstrales que crees que es importante; lo segundo, negócialo con ellos.
- No amenaces con castigos que no vas a cumplir. El castigo es la consecuencia de un comportamiento incorrecto. Si es necesario, emplea castigos proporcionados a la falta cometida y de breve duración.
- Escucha siempre a tus hijos, no cierres los ojos pensando que están exagerando, que el profesor es un alarmista y que tú eres quien mejor conoce lo que les pasa.
- No fomentes su consumismo, ofréceles alternativas.
Fuente: hiru.com